APRISA

Mientras asoma por el horizonte la tercera ola de contagios, llegan las primeras vacunas que, por una suerte de milagro tecnológico, no menos de cuatro laboratorios diferentes han desarrollado en un tiempo record.

Cada día descubrimos algo nuevo sobre la pandemia, y lo último consiste en la evidente contradicción entre el número de vacunas que los laboratorios son capaces de producir, que es considerable, y la población mundial, que es inmensa, un 60% de la cual debería recibirla para que se produjera eso que llaman inmunidad de grupo. Pero eso no es lo peor. La administración de las vacunaciones avanza a paso de tortuga, a pesar de que los políticos habían anunciado a bombo y platillo un proceso acelerado que iba a resolver el problema de la pandemia en un muy poco tiempo. La realidad no se parece en nada a lo prometido. El propio lehendakari acaba de reconocer que  “es probable que la situación no mejore de manera ostensible…porque vamos a necesitar muchos meses para llegar a todas las personas”.

Toda la prisa que los laboratorios se han dado en desarrollar la vacuna contrasta con la lentitud con que las autoridades sanitarias las están distribuyendo. No sólo en España, en toda la UE. Si no cambian las cosas podemos llegar al verano (junio) con no más de un 10% de la población vacunada.

Ello impediría la normalización de la vida cotidiana, con los efectos devastadores sobre la movilidad, el transporte, el turismo, la hostelería y el ocio que cabe esperar. El covid seguiría campando a sus anchas, no habría recuperación económica y las empresas se nos irían por el desagüe a millares.

Para los políticos y los funcionarios la prisa no existe.

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